El
Señor de lo imposible rompe la ley lógica, ridiculiza leyes físicas y maltrata el
origen de los tiempos. Habita en el barrio en el que lo
sobrehumano reside entre su gente, donde las calles reflejan angustia y sobrecogen
al forastero, y que por gracia de Dios, suenan quejíos como plegarias y
esconden lamentos de albayzineros.
El
Señor de lo imposible se impone ante jerarquías sociales y prejuicios
raciales, renuncia y perdona, castiga y rescata, obliga y acoge. Cuida de los
que están y de los que faltan, decide y
escribe el instante que alcanzamos la
gloria y abandonamos su barrio. ¡Es el Señor de lo imposible, al que no se le
discute porque todo lo puede!
El
Señor de lo imposible recoge amor entre las manos, su zancada transmite
fuerza y descaro ante lo adverso, es el Cristo que pasea con arte la cruz salvadora de los albayzineros y rompe lo natural. Es el Señor de ojos claros, el de pelo acaracolado, el que pasea descalzo y gobierna su barrio, el Señor que huele
a primavera y tiñe de púrpura la tarde del Jueves Santo.
Eres
tú, Señor de lo imposible al que piden mis amigos, el Señor de nuestra
infancia, el que camina entre pitas y naranjos, el vecino más humano, el nazareno que protege a Granada desde su cielo, el que hace posible lo imposible. Por esto elegiste mi
barrio, por esto eres religión, padre y devoción de todos los albayzineros.